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Desde hace más de dos décadas tenemos conocimiento de la introducción y amplia diseminación de Staphylococcus aureus resistente a meticilina (SARM) en los hospitales españoles. Las consecuencias inmediatas de la epidemia fueron un incremento explosivo de las infecciones nosocomiales producidas por dicho microorganismo. La respuesta de los hospitales de agudos a este problema fue la instauración de programas de control para prevenir la transmisión nosocomial de SARM basados en la experiencia de otros países. Se incorporaron medidas como el registro continuado de casos, la detección de portadores asintomáticos entre pacientes y personal sanitario (programas de Vigilancia Activa (VA), precauciones de contacto y descontaminación de los portadores) (2). Sin embargo, estas medidas no fueron llevadas a cabo en centros que, aunque no forman parte del ámbito hospitalario, acogen a un importante grupo de la población susceptible de estar colonizado y/o infectado por SARM, como son los residentes en Centros de Larga Estancia (CLE).