Manchas de sol bajo los cedros

Estos poemas se entenderán mejor si se tiene en cuenta que su autor es un levantino que lleva muchos años afincado en tierras castellanas, aunque siempre ha mantenido vivas las raíces que le unen a la tierra en la que nació. No se trata de sensibilidades alejadas, de mundos incompatibles. Muy al contrario, son maneras de ver y de vivir que se complementan y se enriquecen mutuamente. La claridad deslumbrante, los contrastes extremos y la dramática belleza del paisaje castellano se conjugan íntimamente con la transparencia y levedad de los cielos, de los aires y las aguas de las tierras levantinas. Otra de las claves de esta visión poética es la metafísica del símbolo que la recorre y penetra. Arde el misterio del mundo detrás de la frágil apariencia sensible. Las cosas remiten siempre más allá de la cosa misma. El poeta nos invita a sumergirnos en el inagotable caudal de significaciones a que da lugar la dimensión simbólica de la realidad. Pero las cosas no sólo son símbolos, sino también vestigios, huellas y cifras de la Trascendencia. La apertura a lo divino ha urgido siempre la escritura de estos poemas. Su lectura, la meditación que suscitan puede conducirnos a una profunda experiencia espiritual, presidida por el sentimiento que vibra en las enseñanzas del Maestro Eckhart, de Dionisio y de los místicos del Recogimiento.