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El poema que da título al libro El león de mármol, independiente del homenaje que se ofrece a ese recinto del patio de los leones de la Alhambra, al igual que otras composiciones de parecido números de versos, se divide en tres partes, conectadas. La primera trata en su resumen de la soberbia y posterior humildad de un escultor de la ciudad de Florencia que anhela robar el alma del arte de los leones islamitas y esculpir esculturas más grandiosas que le den fama más que la de los Ufficci, para lo que viaja a la ciudad de la Alhambra por hacerse de bocetos, fotografías que clonar para realzar y crear mayor obra. Por accidente una astilla le priva de un nervio y queda impedido mientras el Arno se encrespa rechinando. En la parte segunda, turistas acuden a visitar el monumento. Un turista ciego, tantea incesantemente las doce figuras por alimentar aquella ansia de belleza que estima. Tal se obstina que, mediante la ayuda de un amigo, en siguientes noches, atraviesa la puerta de aquel recinto y aunque atenazado y tembloroso acude a pasar la mano por las imágenes, y cada noche deduce que cada león muda su lugar excepto uno, que, distinguidos por sus pliegues, reconoce. De súbito, en la última noche siente terrible rugido y el aire sobre el rostro de una garra amenazante. Lleno de pánico, desciende mientras piensa las tumbas de un cementerio cercano se abren para alojarlo en una de ellas, a la par que sobre el pavimento pisadas eléctricas cree le persiguen. Llega a su alojamiento con tal impresión que al día siguiente lo hallan muerto. En la parte tercera, en el mes de diciembre, fuerte lluvia arrecia, y es un hecho causal que ocurrió cuando se redactó el poema. Una madre, descuida la vigilancia de un niño pequeño. Hace una promesa a un ángel Serafín porque le reserve de una tragedia mientras lluvias aún más fuertes caen sobre la ciudad. Sin esperanzas recorre el trayecto que presume su hijo Iván no mucho antes pisó. Y tan desesperada que, junto a un río encrespado, desbordándose con troncos, maleza y poda, presume ver el cuerpo que arrastran las turbulentas aguas. A punto de lanzarse al agua, oye un sonido que la detiene y con voz insonora avisa dónde se resguarda el niño, arrebujado bajo el pedestal del puente. A su lado, el león de mármol iluminado con rostro del escultor, y el serafín, lentamente se elevan. El poema La Visión o también llamado Evocación, habla sobre la solidez de las emociones al final de un tiempo, cuando aquello que trastocó y turbó la serenidad, decae y cuanto fue querido y venerado, en su languidez no encanta cuando el sueño sustituye al goce de la realidad. A igual que en el texto El jinete sin nombre, las demás composiciones son poemas solitarios de diversidad de tratamiento: amor, desencanto, naturaleza; no hay unidad temática. Son recopilaciones de otros textos redactados.