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En esta última entrega de la trilogía «Manuel, el chico del Alba» se define la misión en la que nuestro protagonista se decide a participar. El lector encontrará, como en las anteriores entregas, ciertos rasgos mágicos y fantásticos que le van a permitir comprender mejor la sólida formación que llevará a Manuel a cumplir con su cometido. El espacio de tiempo que en que se comprende la historia no queda bien definido, pero no lo necesita, pues resulta tan real y universal que puede englobarse en cualquier época histórica, y en esta pueden verse reflejados desde Séneca, Tales de Mileto o Pitágoras a incluso el mismo Leonardo de Vinci. Todos ellos fueron llamados MAESTROS. Pero hay que señalar que el título no se lo otorga ningún organismo oficial, sino sus discípulos. Ellos son los que les identifican como tales. Y de este modo es como pasan a formar parte de la historia convirtiéndose en los «inmortales». A lo largo de nuestra vida, durante nuestra formación como personas, hemos tenido muy cerca a uno o varios maestros de los que guardamos un vívido recuerdo, quedando entre nosotros como nuestros maestros, los inmortales. Haz memoria, amigo lector, pues estoy seguro de que en tus recuerdos tendrás la imagen y el recuerdo de aquel que un día, además de enseñarte a leer o escribir, te enseñó a pensar, a buscar y a indagar con su ejemplo. Creo que los maestros no dan LECCIONES con DISCURSOS magistrales, sino que nos enseñan con su ejemplo. Disfruta con la lectura y con tus recuerdos. Serás más feliz.