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Comencé la lectura de esta biografía familiar al poco tiempo de conocer a Paula Abad en unas jornadas sobre la mujer en San Martín de Valdeiglesias, donde vivo. De pronto, empezó a hablar del Ikigai. Yo, jamás había oído hablar de este término japonés y despertó mi curiosidad. Escuchándola declamar, pues además es una excelente poeta, supe que se trataba de encontrar el sentido de nuestra vida. Pronto conectamos y empezamos a hablar. Me contó que hacía tiempo había escrito su autobiografía, “Parirse a sí misma” así como relatos cortos, novelas, cuentos… y que ahora quería publicar una biografía familiar, titulada: “Alberta y Rafaela”. Leyendo esta, pude descubrir dos cosas. Por un lado, un relato tan claro como cercano, no solo en la forma, sino también en el fondo. La profundidad de sus reflexiones en cuanto al significado de la vida, o el porqué de nuestra misión en la tierra, cala hondo, porque es algo que a todos nos atañe, tarde o temprano. Cualquiera que tenga un mínimo de sensibilidad se habrá hecho la eterna pregunta de “para qué estamos aquí” Y, por otro lado, me impactó una cierta angustia por el inexorable paso del tiempo, comprobar que tempus fugit, como decía Virgilio. Por eso, porque tengo tan claro que el Ikigai de Paula es contar historias, propias o ajenas, la animo a que siga adelante, con ese don tan preciado con que la vida le ha obsequiado, que es la escritura. Pero sobre todo, que las dé a conocer. Sácalas del cajón, Paula, muestra a todo el mundo ese ser tan maravilloso que llevas dentro. Rocío Pérez