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Hans Paul Strobel, director del museo del tiempo de Viena, viaja todos los veranos a Machu Picchu, en el antiguo reino de los Incas. Permanece acostado junto al templo del sol por horas, aún muy entrada la noche. Con los ojos cerrados, en actitud meditativa. Sin mediar aviso, o señal, parte para Tikal en el territorio de los mayas. Con la misma actitud, se acuesta sobre el prado, siempre con los ojos cerrados, frente a las imágenes de la diosa luna. Espera por lapso in- memorial, que los dioses le den el don de escuchar en los vientos, en el susurro de las aves, en las sagas del aire, en el metrónomo de la foresta. Para descubrir las horas ocultas en los duendes de la sel- va con la precisión de los incas y los mayas. Adentrarse así en los misterios del tiempo Este texto, introductorio a los cuentos sobre el Museo de los relojes de Viena, nos muestra aspectos de la literatura de Borda, su poesía, el amor al misterio, su residencia en el mundo del absurdo. Al leerlos también se descubrirá su humor, a veces muy negro su análisis religioso y fi losófi co, su escepticismo, su melancolía, en fi n la rica gama de su creación. En el round último, fuera de la versatilidad que caracteriza al autor, encontramos su manejo del idioma, la fl uidez de su prosa, la sencillez de su relato. Son las armas, que con su rica imaginación, atrapan al lector. ¿Acaso la existencia no es como una pelea boxística? ¿La vida no es una caja de sorpresas donde todo puede pasar? En un alarde de capacidad de comparación, de extrapolación, de elevar el box a la trascendencia, Borda se pone los guantes para pelear con el destino.